Salí de la oficina con el peso del trabajo de un día en la espalda, además combinado con la madrugada a estudiar y una clase de tres horas que pese a ser una de mis favoritas, me desgasta bastante.
Subí al Metro, sin las gafas puestas, con el libro en la mano, aspirando leer algo pero me di cuenta que necesitaba los lentes, asi que guardé el libro y me dispuse a mirar el paisaje nocturno de una ciudad que es amarilla en las noches.
Dormí parado, colgado de un tubo, como me había acostumbrado a hacerlo hace exactamente un año, solo que hoy era en el Metro, antes era en bus, donde tal vez la movención de éste era lo que me arrullaba.
Cuando el intercomunicador dijo que habíamos llegado a Itagüi mis ojos se abrieron, salí caminando, con la pasividad que me caracteriza, mientras el resto del tren, unas trescientas personas, corrían a mis lados y me empujaban. Crucé todo el puente peatonal y empecé a bajar las escalas del acopio de colectivos que me llevan a la casa, cuando iba en el tercer escalón sentí como una mirada me seguía a cada paso que avanzaba, cuando hube terminado el trayecto me encontré de frente con una mujer morena, de ojos claros, con su cabello castaño ensortijado; quien me tomó la cara fuertemente y me dio un beso mientras sonreía.
Yo, sin saber qué hacer, tampoco supe que decir, sonreí, callé y me limité a seguir haciendo la fila para subirme al colectivo, mientras ella seguía mirandome estupefacta. Cada vez me incomodaba más su mirada tan fija ante mi, pero no podía decirle nada, ella subió antes que yo e indecisa casi no se sienta, yo, con mi obsesión y mi costumbre, digna de “Mejor Imposible” la pelicula de Jack Nicholson, me senté en el asiento que acostumbro, ella se sentó en la silla delante de la mía.
Cuando el bus avanzó, yo empecé a sentir como el golpeteo con el vidrio me iba arrullando, mientras que ella, seguía mirándome. Concilié el sueño y me quedé dormido, el cuerpo ya estaba tan cansado que me pesaba hasta mover la boca para tragar saliva.
En el momento en que me desperté, lo primero que me encontré frente a mi fue la mirada de ella, luego miré por la ventana, volví a mirar y ella estaba ahí, mirandome aun fijamente, me sonrió, me saludó con la mano y dijo:
-Mami, Ya se despertó.
Su mamá le puso un saco para cubrirla del frío, la tomó en sus brazos, tocó el timbre y se bajaron en la esquina de mi urbanización.
uyyyyyy juemadre que historia tan perturbadura, que pesar de ti, como es de maluco cuando a uno lo observan tanto jajajaja. 😀
A veces, el transporte público tiene sorpresas escondidas para regalarlas el día menos pensado…Y tú siempre tienes una gran historia que contar!
Un abrazo!
ooooooooooooooooooohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh….
qué historia tan extraña, tan oscura, tan cortazariana…
me encantó!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
mil besos*
jejeje… que charro.
¡¡¡Abrazos!!!