La casualidad los empujó a encontrarse en el lugar donde por casualidad se habían conocido hacía tres años ya.
Nada había cambiado, sólo el cabello de ella ensortijado, rojo, que antes era liso y castaño y un asomo de barriga y de bigote en el ya, viejo cuerpo de él.
Habían tenido una conversación hacía un par de días y tal vez tentando a la casualidad, ella le había dicho que estaría allá ese día a esa hora, donde la casualidad los puso frente a frente. Él sin caer en la tentación de la casualidad, le dijo que se iría a su casa después del trabajo y así evitaría amargarle la noche.
Pero llegó la noche y la casualidad dijo que la compañera de trabajo de él quería ir a comer muy cerca del lugar donde por casualidad se habían visto por primera vez. Él aceptó acompañarla, pero buscó escapar del lugar lo más pronto posible.
Por casualidad la compañera de trabajo no comió y él tuvo que comer solo, el mismo plato que venía comiendo durante los últimos setenta y tres fines de semana.
La compañera de trabajo lo dejó solo. Él tuvo que caminar. Agachó la cabeza, metió las manos en los bolsillos de su chompa, empezó a silbar.
Ella subía a toda prisa, iba tarde. Por casualidad levantó la cabeza, lo vio cabizbajo con su cresta hacia un lado, un bigote algo descuidado y se le atravesó. La sonrisa se cruzó por casualidad, él pensaba en ella, ella tal vez en él. Se miraron, se abrazaron, fuerte, de esos abrazos que los unieron muchas veces y hoy los separaban. Él le besó la frente.
-Decime- le dijo ella.
-¿Qué te digo?- preguntó él.
-¿Qué querés? ¿Qué estás haciendo? ¿Me estás siguiendo?- preguntó ella.
-Te quiero a vos, estoy trabajando, no, no te sigo, es casualidad- respondió él.
-¿Para qué me querés?- volvió a preguntar ella, tratando de alzar la voz.
-Para todo. Te quiero, te extraño, te siento- respondió él.
-¿Qué hacés acá?- agregó ella.
-Nada, estaba comiendo, iba para mi casa, por casualidad nos encontramos de frente- dijo él.
-Ah si, vos y tu cuentico de la casualidad. Con eso te me metiste en el corazón, con eso te fuiste, con eso me llenaste el corazón hace dos minutos- dijo ella.
-Pero si somos solo casualidad, un día estamos, al otro no, esa es la vida, una casualidad donde no sabemos qué va a pasar. -Agregó él con el corazón cargado de recuerdos- Como fue nuestra relación. Igual, te amo, más que estos colores, se besó el tatuaje del brazo, más que a cualquier dios.
-No lo digás, lo dijiste hace dos años por casualidad y prometiste hacerlo por siempre y por una casualidad te alejaste y ahora por una casualidad querés volver -agregó ella.
-No, no quiero volver, no se si la casualidad me aleje, no se si la casualidad me traiga de nuevo- dijo él.
-Esta bien, entonces si la casualidad quiere reencontrarnos, así sea en la vejez, que lo haga. El sentimiento está y estará, me voy que voy tarde- agregó ella.
Ella se fue en silencio, podría decirse que sin despedirse. Él volvió a silbar, intentó llamarla, esta vez no era casualidad.