Siempre mi sueño había sido aprender a volar y gracias a ese exceso de comunicación con mamá, siempre se lo hice saber.
Eran las dos de la tarde, el día estaba caluroso, tal vez como siempre había odiado los días calurosos, era un 12 de mayo, el calendario seguía ahí, puesto en el 6 de abril, tal vez mostrándome lo inútil del tiempo, lo poco que me importaba ya que los días pasaran.
El aire no corría, el cuerpo se sumergía en un trance que lo hacía desear estar en otro sitio. La garganta seca, la cabeza elevada mirando hacia el suelo, el corazón palpitante y unas ganas y ese deseo de volar. Porque yo siempre había pensado que para volar había que tranquilizar el cuerpo, relajarlo, mirar al suelo y simplemente elevarse.
Ese día las lágrimas corrían por mis mejillas, se trasladaban de arriba abajo sin ningún inconveniente, el desespero que sentía era total, había perdido ilusiones, sueños, dinero, tiempo, trabajo, ese día para olvidarme de todo quería volar.
Cerré mis ojos, respiré hondo, tan hondo que dolió, suspiré, sentí el ardor del aire saliendo por mi garganta, sonreí, di un salto y empecé a volar, veía como cada vez estaba más lejos del cielo, como iba elevándome en dirección al suelo, como el sueño de volar se me iba realizando frente a mis ojos, las lágrimas caían hacia abajo, el cielo las recibía con tal fervor que eso me gustaba, que él no las rechazara.
Un golpe selló el sueño de volar, caí contra el suelo, duró solo 2.5 segundos, pero fue una sensación gratificante, demasiado excitante, el vértigo que sintió mi cuerpo, la sensación que pude generar, mi piel erizada, el sudor frío, las lágrimas cayendo todas como si fueran las ultimas, el corazón detenido y la cabeza, simplemente no pensaba, solo disfrutaba del momento, solo fue capaz de asimilar el golpe, “…más alto volás, más duro caés…” decía una canción de una de mis bandas favoritas, tal vez por eso tambien, fue que decidí elevarme hoy.
-Doctor, doctor, JuanSe no despierta, venga examínelo.- llamó mamá al doctor Aristizabal que era nuestro médico de la familia.
El doctor llegó a las 6:50 de la tarde, unos veinte minutos después de que mamá lo llamara. Me examinó y dijo esto:
-Su hijo ha muerto.
-No, el corazón le palpita.-Respondió mamá.
-No señora, él ha muerto cerebralmente.
-¿Pero como?, ¿en sueños?
-Si… su cabeza se lanzó desde un décimo piso, porque siempre quiso aprender a volar.
Juanse no murió!Aquí estoy esperándote en la planta baja!Tu cabeza de diez pisos para abajo, se encontrará conmigo!Y a levantar el vuelo otra vez…Que decidas bien, aquí estoy, para lo que necesites.Un gran beso! Te requiero!(Leé Mr.Vértigo, de Paul Auster..)
Solo voy a agregar que cada vez escribís mejor. Y que me gsutó esa foto. Juanse vos sos como el punk, como Luca Prodan. ¿se entiende? 🙂
Buenísimo…mira que venía yo con ganas de decirte…”pero muchacho, tu qué de sueños tienes no??…deja alguno para los demás”…Pero el final me dejó O …asi que…enhorabuena y a por más!!y a seguir soñando…eh??
Si vuelas no puedes morir, genial pero me niego a que mueras, que hacemos despues sin tu relatos, nada Juanse a vivir y a seguir escribiendo.Un gran beso.
Seguí volando con tus letras y no te encontrés nunca con el suelo….
Feliz día del libro y de las letras…Gracias por seguir en este vuelo que nos conduce a la esencia de las palabras y de la vida.Besos versos rosas amor y alcances.
Me gustó por ser una metáfora-claro está-interesante, profunda y no por eso menos divertida.Nos seguimos leyendo Juanse, ya me sumé como seguidora para estar al tanto de tus actualizaciones.Besito.