Cuando yo tenía diez años ya llevaba un año más o menos viajando solo de mi casa al centro de la ciudad. En esa época apareció en el bus que viajaba una niña, digo yo que tendría unos ocho o nueve años.
Era bella, una tímida sonrisa, cabello largo y castaño, piel trigueña, ojos claros, tal vez verdes. Ese día subió sola, saltó la registradora y ofreció tres dulces, uno por cien, tres por doscientos, papá me daba siempre dinero para los pasajes, otros dos mil más para comer y unos trescientos para comprar dulces, una de mis más grandes adicciones. Compré la promoción, ella me miro a los ojos y me sonrió mientras me recibía el dinero, por esos días no la volví a ver.
Dos meses después realizaba yo el mismo viaje, la niña volvió a subir, su ojo derecho iba pintado con un color morado, se había caído pensé, ofreció el mismo dulce, yo volví a comprarle y ella volvió a sonreír.
Encuentros esporádicos cada dos o tres semanas, a veces subía con algún moretón, jugaba mucho, pensé, pues yo muchas veces también llevaba mi piel lastimada, lo único que se me hacía extraño era que muchas veces fuese la cara la que tuviera herida.
Mi vida avanzaba, yo llevaba de vez en cuando ropa nueva, mientras ella muchas veces la vi con la misma ropa, meses duraba con ella. Yo seguía comprándole los dulces.
Hoy, casi diez años después, la encontré nuevamente, llevaba una camisa amarilla, ojeras prolongadas y gigantes, su cara triste, hoy noté algo en ella, su aspecto físico había cambiado y una barriga la adornaba, era firme, ella me miró, una lágrima salió de sus ojos, me entregó los dulces, a doscientos, dos por trescientos, cuatro por quinientos. Saqué el dinero y le pagué, ella hizo su rutina y se sentó a mi lado.
-Mucho gusto, Andrea- dijo
-Mucho gusto, JuanSe, hoy no sonreíste-le dije.
-Ya no quiero sonreirte.
-¿Por qué?
-Te vi crecer, me viste crecer y me gustabas pero era imposible.
-¿Por qué imposible?-le pregunté.
-Porque vos sos rico y yo no, además siempre me dio pena mi aspecto- dijo.
-Yo te veía los moretones y siempre pensé que te los hacías jugando.
-Pues sos muy inocente- dijo- fui maltratada, siempre, golpeada y hasta violada.
-Lo siento- le dije.
-No, no lo sentís, es solo lavarte las manos por algo que no te produce ni lástima, a ustedes los ricos no les duele nada. Me voy.
-Pero deja tu resentimiento, además no soy rico…
Me dejó con la palabra en la boca, se bajó del bus y nunca más la volví a ver.
Juanse super buena!!!… Me acorde de mi rutina diaria durante mi bachillerato, montada en el bus y atendiendo al discurso de siempre de cada niño que se subia a vender, recuerdo a uno que le gustaba a una amiguita mia, al transcurrir el tiempo no se volvio a ver y muchas de las niñas que conformaban el grupo de vendedores terinaban siempre mal.Uno a veces no cree pero la vida de esas personas es mas dura de lo que uno se imagina.Me gusto!!!… XD
Qué triste. Pensar que ese "prejuicio" se presenta casi siempre a la inversa: de los más hacia los menos. Pero qué poca cosa somos si hacemos ese tipo de planteos. Tu historia me dejó un sabor amargo, no te lo niego; pero escribís lindo. Sí, señor. Te felicito 🙂
Ay,ay!El dolor, el prejuicio,el resentimiento provocado por la injusticia social.Qué historia tan dura, Juanse, como la vida de esa chiquilla y de tantas y tantos.Muy buen relato, te superfelicito!Besos!
huy parce…triste!.. increible!..pero realmente cierto…excelente tus relatos aunke estas debiendo 1.. jaj tambien me hiciste recordar la rutina del colegio…aunke yo no vendia dulces…si saltaba la registradora..jajJ.E
Bueno…no la viste -de momento-, pero eso debería tener un mejor final ¿no?Una historia muy triste, nunca sabemos con certeza lo que nos rodea hasta que nos dan una sorpresa así. Escuchar a la gente es siempre didáctico aunque a veces te haga pasar un mal trago.Un beso tierno!!!
Desconcertante y lleno de impotencia.Es increíble como todo cambia; el instante, el humor, el rostro y los propios ojos, con un desnudo juego de palabras. Como nosotros, los seres humanos, divulgamos las clases teniendo absoluta posibilidad de respirar aire. El oxigeno es libre, y todos lo respiramos, ricos, pobres, todos. No nos compliquemos por cosas tan pequeñas, como lo es una vaga moneda. Genial juanSe, saludos.
Que chimba y que tristeza al mismo tiempo, sin embargo sabemos todos que esa es la realidad de la vida. Muy bacano ver las cosas así porque de hecho nunca son color de rosa, y porque esa es la realidad de lationoamerica todos días. Uno cree que no pasa sino en medallo pero acá tambien venden dulces en los buses y en los subtes. Un abrazo loco y vamos pa'delante.
Demasiado triste…:'(
Esta es una historia de la vida, qué lástima y qué dura. Te felicito Juanse un buen relato.Besos.
Hola, Juanse…Te transcribo la propuesta de Santiago del Río, del blog "Río Paraná", tal como me la envió Rayuela a mí:"Hola, Guille. Se me ocurrió una idea muy tonta y loca, pero te la cuento. Quiero que escribamos la novela de mayor co-autoración del mundo.Yo escibí la primera página, y paso la posta a otro (o otros) sin importarme en absoluto qué ocurra con ella… ¿Qué decís? Es como una cadena, pero de arte literaria. Ya la intenté una vez pero quedó pinchada al tercer receptor…Cada uno que la reciba agrega lo anterior, y listo, se va haciendo…Medio raro… pero qué sé yo… te paso la primera posta.Ahí va… a ver si te interesa…http://santiagodelrio.wordpress.com/2007/12/10/la-posta/"Ya escribí mi parte y ahora te paso la posta… ¿te interesa? Dale, no la dejes morir ahí!! Beso grande**********Guille ya escribió su parte, Rayuela también escribió su parte y yo he cumplido con mi parte.Ahora te paso "La Posta"…Dale, no la dejes morir ahí!!CeLeS!